Es innegable que el segundo mandato de Abinader al que llegó con un triunfo electoral más que convincente no inició con buena pro. La pésima estrategia de comunicación en el lanzamiento del proyecto de Reforma Fiscal chocó de frente con una población fácilmente manipulable y con pleno acceso a las redes sociales. El ruido del fracaso por la reforma fiscal le quitó brillo a la constitución y a los cambios positivos que ella trae. La gente común en ningún lugar del mundo es atraída por lo abstracto. La incapacidad para terminar obras importantes en el momento en que se anuncian nuevas iniciativas es otro foco de críticas. El gobierno no ha podido terminar la extensión del metro o intervenciones como el 9 de la autopista Duarte y la amplaición de la misma, habilitar el monorriel de Santiago y se embarca en proyectos como la solución a la crisis de pintura y la JAcobo ajluta. Un punto sensible en la vida nacional como es la educación sigue sin dar pasos de avance y asistimos a la destitución de directores porque la militancia del partido de gobierno reclama esos puestos en un claro retroceso institucional. Ayer cuando veiamos con horror a militares arrastrando mujeres y niños y golpeando curas una no puede dejar de preguntarse si lo que estamos viendo es el cambio prometido. Los militares dominicanos no han podido frenar el cruce ilegal de migrantes haitianos a pesar de que la construcción de una verja le ha costado miles de millones al estado Dominicano. Vimos como una banda de mafiosos de los agregados bajaba a un oficial del ejército de un camión que llevaba arrestado sin que nadie explicara o por lo menos se excusara. El cambio necesita un remake, necesita maquillarse o cambiar de ropa porque está creando una desazón que puede dejar al PRM en la soledad que vivió durante 16 años aunque con otro nombre.