Con la tortilla virada tras pasar de dueño de las fuerzas armadas a preso común en Najayo, el mayor general Adan Cáceres se siente perseguido. Es lo que dice la cartita que remitió al Listin en la que explica que recibe el tratamiento de criminal de alta peligrosidad. En el imaginario dominicano el perfil de un delincuente de alta peligrosidad es el del marginal con cuchillo o arma de fuego asalta o mata a una persona. Cáceres no es de esos. Está imputado de apropiarse junto a un grupito de 3 mil millones del erario que salieron de nuestros bolsillos para los suyos sin darnos cuenta y el no se considera peligroso. No usó ningún tipo de armas. El esfuerzo del ministerio público por llevar a juicio a los ladrones del erario es una novedad. Nos estamos entrenando, estamos aprendiendo a ver una justicia que intenta hacer lo que les toca en una democracia de alfombra acostumbrada a esconder la basura. Por eso Adan se siente perseguido. Apuesto peso a cachimbo de tusa que nunca en sus días de gloria soño que le tocaría Najayo beach and resort. Con frecuencia sobrellevo las quejas de ciudadanos y miembros de esta comunidad que quieren acción en la lucha contra la corrupción como si las investigaciones fueran una carrera en la que se premia a quien llegue más rápido. La información de que solo en tres procesos que se investigan el ministerio público ha gestionado 23 mil diligencias judiciales que van desde la decena de allanamientos, hasta intervenciones telefónicas da cuenta de la magnitud, del trabajo hercúleo que realizan los fiscales. Cada una de esas diligencias necesita una autorización de un juez y un trámite para que sea admitida en una corte. Y hay gente que tiene prisa. Yo no sé quien contestará la carta de Cáceres, pero esperen hoy el bocinerío reclamando los derechos que le niegan a los delincuentes de barrio a quienes con frecuencia piden que les den pa bajo