En medio de la tormenta perfecta creada por la pandemia y la crisis de endeudamiento agravada por la primera, el presidente de la República muy apurado en una y otra cosa tuvo que referirse al incidente que obligó al cierre de operaciones del Aeropuerto Internacional de la Américas por más de cinco horas. La pista fue dejada sin luz y una decena de vuelos fue cancelada o desviada. A una le resulta risible que un falso atentado contra la seguridad del aeropuerto del Cibao fuera resuelto en horas. Quizás porque a los investigadores les resulta más fácil el grito de un hombre enamorado que las intríngulis de los uniformes dominicanos. El presidente habló de cinco personas, tres de las cuales permanecen prófugas y dudo que su palabra sea enmendada como ya pasó con la vicepresidenta. Los nombres no han salido pero tendrán que salir. Una entiende el carácter de las investigaciones, pero se sabe quien conoce el sistema de luces del aeropuerto y quienes tienen posibilidad de intervenirlo. Se dice que los conocedores tienen vínculos con algunos de los imputados en el caso coral. Puede ser una de las coincidencias puestas en boga recientemente, pero… Con tanto ruido entre los uniformes y tanta gente que se cree o se siente incontrolable la ultima palabra la tiene el jefe del Estado. Solo píense que el ultimo director del Cuerpo especializado en seguridad aeroportuaria, Aracenis Castillo, para más negarse se negaba a entregar la yipeta que le fue asignada por su cargo. Le cogió cariño al cargo y a la yipeta. Hay que recordar a unos y otros un principio que viene desde Sun Tzu, el mal que se pospone es un mal que se multiplica.