Como mujer soltera y periodista de tiempo completo no es raro que mi móvil suene a cualquier hora para hablar de temas noticiosos. Sin animo de bromear estoy segura de que si no pudiera levantarme de cualquier lado de la cama muchas de las llamadas que recibo no se producirían nunca pues los dominicanos y dominicanas respetamos las formas. Hace unos días sostuve un largo diálogo con un colega a propósito de la acusación del caso Medusa. Ese colega que me llamó sin sobresalto en la madrugda, porque sabía que estaba despierta y sola, entendía que yo tenía información adelantada, cosa que no era cierta, aunque ambos teníamos información confidencial que indicaba que los nombres de importantes empresarios saldrían a relucir en la llamada operación medusa. El Colega insistía en preguntarme si sabía yo que en la acusación Medusa saldrían los apellidos italianos y yo no lo sabia pero así ha sido. Desde la era de Trujillo la sociedad dominicana se vacunó para evitar que apellidos connotados salieran más allá de las páginas sociales. Fulano se casa con perenceja o el pundonoroso caballero de apellido tal fue designado en tal o cual posición. Ahora esos apellidos están en una acusación y el hartazgo de la gente que sabía que mucha de esa población importante socialmente por que sí o porque no era tan bergante como los Rodríguez, los Peña o los Perez. Cuando salió la acusación Medusa alguien se ocupó de decir que el Bonetti que salió no era de los otros Bonetti, de los Ricos. Ahora cuando aparece un Bonetti Du Breil y se aclara que los privilegios que recibieron de YANALAN se extienden hasta la actúal administración hasta el más lego entiende porque hay pocos cambios en la sociedad dominicana. Hay que concluir que los ricos viejos cuando vienen a menos porque las cosas dejan de salirle bien han tenido en el estado dominicano un salvoconducto que les ha permitido seguir siendo ricos con el dinero de los pobres. Alguien me dijo que averigue la suerte del matrimonio Bonetti Dubreil-Terán en la oficina de Ingenieros Supervisores de obras del Estado me dicen que la suerte duró mucho, y que esa suerte se tradujo en decenas de contratos grado a grado. Ayer les dije que la ley de extinción de dominio no retroactiva no era solo para los políticos. Hay mucha gente que tiene el uniforme de rico y que solo puede mantenerlo cuanto el estado le beneficia con el sudor de los más pobres.