Los rumores a propósito de las amplias reservas para candidaturas congresuales y municipales que han hecho los partidos mayoritarios tienen alborotado al riferismo político que ha apostado al papeleta mata menú. Si usted observa las plazas donde se han producido las reservas se dará cuenta de que no solo son las más grandes sino las que tienen la mayor población de clase media y al propio tiempo la más educada. Santo Domingo, el Distrito Nacional, Santiago, la Vega y San Francisco de Macorís son esa élite. Con la excepción de La VEga que es tradicionalmente una provincia aletargada en términos sociales el resto del grupo son la cuna de las protestas y reclamos de la sociedad dominicana. Las investigaciones de mercado reales, no las que venden algunos candidatos, indican que los partidos tienen que hilar muy fino en esas demarcaciones si quieren conservar o lograr esos puestos y o la hegemonía política en esos lugares. El voto del senador de Pedernales o de Elías Piña vale igual que el voto de la provincia Santo Domingo o Santiago pero la gente que moviliza no. La buena noticia es que el clientelismo que ha llenado el congreso de riferos y personas vinculadas al narco y al lavado de dinero prevalece pero pierde terreno en los Partidos. En el caso del oficialismo el fortalecimiento del liderazgo de Abinader y prácticas políticas modernas tiene vuelto locos a muchos compañeritos que no están preparados para la transparencia. Ayer les dije que las encuestas son armas de doble filo pero con la certeza de que evitarán las compras de delegados en asambleas, un hábito común en la vida dominicana. Por lo que sé vienen sorpresas, tan sorpresas que hasta a mi me sorprenden. Cuando yo era una joven reportera un senador de la provincia San Cristóbal, que repitió varias veces en la posición, tenía la práctica de partir a la mitad varios fardos de billetes de 500 pesos repartía un medio billete entre todos los participantes de la asamble y tras ser elegido le completaba el billete por su número de serie. Ese ingenio evolucionó a prestar un motor y luego entregar el documento o cosas por el estilo. Es así como el país llegó al peor congreso de su historia que es el que tenemos ahora.