Con la excepción del alcalde de Los Alcarrizos, todos los funcionarios del más bajo al más alto nivel han mostrado desde el sábado pasado algún plan, decisión o acción para enfrentar el paso de la tormenta Franklin por el territorio nacional. Una sabe que hay mucho de figureo, como son los candidatos que andan recorriendo barrios y haciendo sugerencias de cosas que entienden deben hacerse de una manera sin ningún criterio técnico. Pero hay que reconocer un esfuerzo de planificación ante la contingencia que no ha sido muy usual a pesar de que la temporada ciclónica llega cada junio. Sabemos la cantidad de albergues disponibles y donde están. Como siempre los voluntarios de la defensa civil han recorrido las zonas vulnerables haciendo recomendaciones a la gente para salvaguardar vida y bienes. Hasta nuestra denostada policía ha salido en labor preventiva y ha tenido que enfrentar teteos en varias provincias. Incluir el alcohol en la compra de preparación de una tormenta es tipico de la vida dominicana. Quizás es la gran diferencia cuando uno ve la preparación en el primer mundo que incluye grandes cantidades de agua embotellada, combustibles y hasta papel sanitario. Aquí una o varias botellas de ron van primero que los fósforos. Pero una cosa es el consumo folclórico de alcohol y otra la concentración de decenas o cientos consumiendo alcohol en medio de una situación de emergencia. Solo la precaria educación dominicana justifica que cuando se insiste en la posibilidad de inundaciones repentinas cientos se congreguen en una esquina a tetear. La tormenta entrará por la Bahía de Neiba y anoche la policía tuvo que desalojar el malecón de Barahona. Lo peor no es que esa gente arriesgue sus vidas que es un derecho. Lo lamentable es que otro u otra que no toman la decisión tengan que arriesgar por el desenfreno de los primeros. Los trabajadores esenciales, esos que no pueden dejar de servir a pesar de las condiciones, esos que dejan sus familias porque tienen que atender a otros, no deberían arriesgar sus vidas porque la falta de educación arrastra a gente que se siente superior porque arriesga su vida.