La reforma a la Ley Electoral número 15-19 fue aprobada de urgencia y en dos lecturas consecutivas en una sesión extraordinaria celebrada en el Senado el pasado 23 de diciembre. Después de barajar durante más de un año los honorables senadores se acordaron de la ley y la aprobaron. ¿Por qué esperar para el día antes de nochebuena? ¿Por qué un proyecto de tanto tiempo debe recurrir a la declaratoria de urgencia? La única respuesta es tigueraje. Fundamentalmente el proyecto aprobado pone a los partidos por encima de la JCE y le permite incluso solicitar reuniones directamente con los organismos internos de la Junta. Lo que se ha aprobado viola la independencia técnica y administrativa de la JCE. Los partidos políticos se convertirían en una especie de junta de directores que, mensualmente en los años electorales y cuatrimestralmente en los no electorales, supervisaría y tendría facultad para aprobar o rechazar, es decir, aplicaría censura previa a las decisiones del órgano responsable de la organización de las elecciones, En el proyecto aprobado por el Senado hay retrocesos y falta de transparencia, porque mantiene los topes de gastos de campaña y no establece obligación de presentar informes de gastos ni sanciones por incumplimiento. La JCE ha explicado que mantener el voto preferencial en vocalías y regidurías no solo complicaría el escrutinio, sino que aumentarían los conflictos interpartidarios, el costo de las campañas y se priorizaría a las personas y recursos por encima de las propuestas. Los senadores rechazaron, sin embargo, la paridad de género que es norma en más de la mitad del mundo. En la Cámara de Diputados el proyecto pasó rápidamente a una comisión que tiene la mala suerte de que la coordina Elias Wessin que ha sobrevivido en el congreso más de una década de alianza en alianza y de tigueraje en tigueraje. Ahí no hay esperanza. Este tollo es de responsabilidad exclusiva del partido de gobierno, del PRM que tiene mayoría en ambas cámaras y con ello pierde la oportunidad de inscribirse en la decencia mínima. Este tollo afecta la imagen de Luis Abinader que se ha vendido como un mandatario respetuoso de la institucionalidad. No es cierto que los perremeístas en el senado hacen lo que les da la gana. Cuando el número uno ha tenido que intervenir lo ha hecho y es de todos sabido. Por eso nadie va a creer que este entuerto antidemocrático y anti institucional es locoviejismo senatorial y nadie creerá que de ser ratificado en la Cámara baja será lo mismo. El que apareja su burro sabe para dónde va y parece que el PRM quiere hacerse un traje a la medida copiando el modelo morado que rechazamos en las urnas y que lo llevó al poder.